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viernes, 1 de diciembre de 2017

TU CAMINO A CASA

Existe una tribu en África, donde la fecha de nacimiento de un niño no se toma como el día en que nació, ni como el momento en que fue concebido, sino como el día en que ese niño fue “pensado” por su madre. Cuando una mujer decide tener un hijo, se sienta sola bajo un árbol y se concentra hasta escuchar la canción del niño que quiere nacer. Luego de escucharla, regresa con el hombre que será el padre de su hijo y se la enseña.
Entonces, cuando hacen el amor con la intención de concebirlo, en algún momento cantan su canción, como una forma de invitarlo a venir. Cuando la madre está embarazada, enseña la canción del niño a la gente del lugar, para que cuando nazca, las ancianas y quienes estén a su lado, le canten para darle la bienvenida. A medida que el niño va creciendo; cuando el niño se lastima o cae o cuando hace algo bueno, como forma de honrarlo, la gente de la tribu canta su canción. Hay otra ocasión en la que la gente de la tribu le canta al niño. Si en algún momento de su vida, esa persona comete un crimen o un acto socialmente aberrante, se lo llama al centro de la villa y la gente de la comunidad lo rodea. Entonces le cantan su canción.
La tribu reconoce que la forma de corregir un comportamiento antisocial no es el castigo, sino el amor y la recuperación de la identidad. Cuando uno reconoce su propia canción, no desea ni necesita hacer nada que dañe a otros. Y así continua durante toda su vida. Cuando contraen matrimonio, se cantan las canciones juntas. Y finalmente, cuando esta persona va a morir, todos en la villa cantan su canción, por última vez, para él. “Puedes no haber nacido en una tribu africana que te cante tu canción en cada una de las transiciones de tu vida, pero la vida siempre te recuerda cuando estás vibrando a tu propia frecuencia, y cuando no lo estás. Sólo sigue cantando y encontrarás tu Camino a Casa”.
                                      
                       

miércoles, 21 de enero de 2015

LEYENDA SOBRE CUENCOS

Izu era un asceta que, renunciando a las riquezas del mundo, y dedicado a encontrarse a sí mismo, se instaló con un cuenco de madera y una cuchara y una vieja túnica en las montañas de la cordillera del Himalaya. Allí, en una árida explanada, cerraba los ojos escuchando el canto de los pájaros, el sonido de los vientos y el rugír de las aguas de una cascada cercana. Así pasó meses, incluso años. En silencio escuchaba y meditaba las palabras invisibles de los elementos.
Cierto día, Izu, habiendo alcanzado un alto grado de concentración y llegando a la integración con todos los sonidos que le rodeaban, sintió que su corazón crecía en lo más profundo en su plexo solar. Sentía una presión que le era agradable pero dolorosa al mismo tiempo, tanto que, no pudiendo resistirlo, abrió la boca para gritar, mas su garganta no emitió sonido alguno.
La presión seguía creciendo y cuando el dolor era casi insoportable vio frente a sí mismo un gran dragón amarillo que emergía de la tierra. Izu, paralizado por el miedo, no se movió. El dragón lanzó fuego sobre el cuenco de madera que Izu empleaba para beber y comer, llenándolo de un fluído dorado y convirtiéndolo en un recipiente de pulido metal. Finalmente el Dragón le dijo a Izu: " Tu eres la persona que mejor ha sabido guardar en su interior los sonidos de la vida y de la muerte, del odio y del amor, de la oscuridad y de la luz.
Por ello, en nombre de los dioses del conocimiento, te hago entrega de este objeto capaz de transmitir las sensaciones más increíbles, capaz de estremecer tu alma y también tu corazón".
Según cuenta la leyenda, así nacieron los cuencos tibetanos y, desde hace milenios, han sido utilizados, como práctica habitual, en todos los monasterios y Lamaserías del Tíbet, Nepal y la India
Desconozco el autor.
                                                                                                               

lunes, 26 de marzo de 2012

EL OCÉANO DE LAS LÁGRIMAS.

Durante tiempos remotos, dos grandes maestros espirituales, que eran mejores amigos, hicieron un trato. Ellos acordaron que quien abandonara este mundo primero, regresaría a visitar al otro en un sueño o una visión; éste le contaría a su amigo dónde se encontraba y le revelaría los misterios de la vida después de la muerte.
Pasaron muchos años y uno de los maestros murió. Su amigo esperó confiadamente que éste apareciera como lo había prometido, pero pasaron muchas semanas sin ningún sueño o visión. Preocupado, el amigo decidió visitar al hijo del maestro fallecido.
“Teníamos un acuerdo”, le explicó al hijo. “Tu padre nunca rompería su palabra a menos que algo crucial haya ocurrido”. El hijo dijo: “Estaba igual de preocupado porque también esperaba que mi padre me visitara. No obstante, sabiendo el arte secreto de transportar mi alma a los mundos superiores, anoche pude visitar a la Corte Celestial y preguntar qué había sido de mi padre”.
 “Los ángeles contestaron: ‘Él estaba aquí, pero no se quedó. Siguió caminando’. Busqué en cada región del cielo y les pregunté a los ángeles si lo habían visto. En cada lugar, me dieron la misma respuesta: ‘Tu padre estuvo aquí, pero siguió caminando’”. “Finalmente, me encontré a un hombre sentado en la entrada de un bosque y le dije: ‘¿Ha visto a mi padre?’”.
“Él también contestó: ‘Sí, estuvo aquí, pero siguió caminando’. Luego agregó: ‘Lo encontrarás al otro lado del bosque’”. “Recorrí el bosque en lo que parecían días y, finalmente, llegué a un lugar donde no había más árboles. Mirando tan lejos como mis ojos me permitían, vi un amplio y turbulento océano, con olas tan grandes como montañas.
Mi padre estaba parado ahí, descansando con su bastón, observando el océano. Me le acerqué y tomé su brazo. ‘¿Qué haces aquí?’, le pregunté. ‘Todos estamos preocupados porque no regresaste a visitarnos en una visión o un sueño. No sabíamos lo que te había ocurrido’”.
“Sin apartar sus ojos del océano, mi padre dijo: ‘¿Sabes lo que es este océano, hijo?’, le dije que no y él continuó, ‘Este es el océano de todas las lágrimas de todas las personas del mundo que han llorado de dolor y sufrimiento. He jurado ante Dios que nunca dejaré este océano hasta que Él seque todas las lágrimas. Es por eso que no he podido cumplir mi promesa’”.
                                                                                                                                          
                                               

domingo, 4 de diciembre de 2011

EL HADA, LA NIÑA Y EL SECRETO DE LA FELICIDAD…

Un día, una niña caminando por el parque se encontró con una mariposa enredada entre espinas. Desesperada, aleteaba para liberarse, pero le era imposible, la niña, al divisarla en tal dificultad, la rescató, compadecida de la pobre criatura, inmediatamente, la pequeña mariposa se convirtió en un Hada mágica y agradecida le dijo a la niña: “Pídeme un deseo, te recompensaré por haber sido tan generosa conmigo”.
La niña no lo dudó ni por un instante: ¡Quiero ser feliz!, respondió inmediatamente, ¡concedido!, y el Hada le susurró un secreto al oído antes de desaparecer entre las flores. Desde entonces aquella niñita irradiaba alegría por donde iba, y todo el mundo se acercaba a preguntarle cuál era su secreto. ¡Parece un ángel! decía la gente, ¡qué amable es!, siempre está dispuesta a ayudar a todos”, tenía muchos amigos, aunque muchos sólo pretendían averiguar su secreto al acercarse a ella, no eran auténticos amigos… Siempre que enfermaba alguien, su presencia era requerida junto al enfermo porque la alegría que transmitía era la mejor medicina para todos; una simple caricia de sus manitos aliviaba todos los dolores.
Así creció y siguió siendo feliz, pero los envidiosos no dejaban de criticarla, tachándola incluso de bruja, les hubiera gustado atraparla y destruirla. Siendo ya muy anciana, sintió que se acercaba el momento de abandonar este mundo, todo el pueblo estaba a su alrededor y lloraban desconsolados pensando que la felicidad los abandonaría para siempre si ella no estaba más con ellos.
Por favor, por favor, cuéntanos qué te dijo el hada!, ¿cuál es tu secreto?, le pedían a la anciana que revelara la verdad que la había acompañado toda su vida, finalmente, dio a conocer su tesoro: El hada me dijo: ‘AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS…’ Desde ese momento comprendí que sólo el amor lo sana todo, lo cubre todo, lo puede todo… y que sólo amando se es feliz”. En ese mismo momento, la anciana, expiró por última vez y el Hada Mágica que había rescatado alguna vez en su infancia la vino a buscar y la llevó junto a ella al reino de la eterna felicidad, al reino del AMOR…  
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